En terreno vedado

::Reseña de Secreto en la montaña::

“Lo único que tenemos es Brokeback Mountain;

todo está construido sobre eso”

Siempre he pensado que el cine y la literatura son hermanos que nacen de una misma sensibilidad pero que crecen de distintas maneras. Durante el siglo XX han estado muy ligadas ambas e influidas en numerosas ocasiones la una por la otra y viceversa. En el pasado reinaron expresiones narrativas más puras y líricas como la poesía y la música sinfónica (menos accesibles a la mayoría de gente pero formalmente más puras, complejas y magistrales) mientras que hoy en día es la narrativa, historias contadas en lenguaje prosaico, el arte para las masas en definitiva, quien predomina. En este contexto, tras la aparición de la fotografía y al contrario que pasó con la pintura que tuvo que buscar una nueva visión del mundo que no fuera la del realismo apareciendo la revolución del cubismo, era lógico que se diera algo así como es el cine. Por lo tanto, la literatura y el cine en el siglo XX parten de una necesidad común de forma narrativa e incluso estructural, pero acaban hablando distintos dialectos. A mí el silencio siempre me pareció la mayor de las diferencias que entre ambas expresiones se daban.

El silencio siempre es la más sublime de las figuras narrativas del cine cuando se emplea con sabiduría. La literatura es capaz de sugerirlo pero nunca de llegar a cotas expresivas (qué paradoja) tan altas como cuando el cine lo sublima. Y Ang Lee logra hacer de Brokeback Mountain una obra maestra del cine en primer lugar por la medida de los tiempos y silencios que emplea para narrarnos la historia.

Hablemos de ese silencio. El silencio es inicialmente lo contrario a la expresión, es el contrapunto de lo explícito, es sinónimo de sugerir, de intuir, de mostrar pero no enseñar y es tal vez el recurso más difícil de dominar con acierto. Y mediante este recurso Ang Lee nos presenta a los que serán los protagonistas de la historia: mantiene el pulso de la secuencia durante unos minutos en los que no se median palabras; los gestos, las miradas, van introduciéndonos en la historia, en ellos, en un Ennis del Mar frío, duro, estereotipo de cowboy duro del sur de los EEUU intencionadamente inexpresivo. Le incomoda la presencia repentina de Jack Twist, del que nada sabemos salvo el contrapunto que rápidamente detectamos que es de la personalidad de Ennis; será él quién fije primero la mirada en el otro, será él quién inicie un acercamiento, el que abra la conversación entre ambos, será él quién en definitiva rehuya el silencio…

También el amor que entre ambos nace es cultivado desde el silencio. Las pocas líneas de diálogo que cruzan desde el principio no descubren nada, no aportan nada, son vacuas, intrascendentes. Es el silencio lo que importa: lo que no se dicen, lo que piensan, sus miradas. Sabemos que es cuando callan cuando la película importa. Hay una secuencia magistral contada desde este silencio: durante sus primeros días en Brokeback hay un momento en que desde un largo primer plano de Jack Twist adivinamos en el fondo de campo que Ennis del Mar se desnuda ajeno a imaginar que pudiera ser objeto de deseo de Jack; Ang Lee, huyendo una vez más de lo explícito hace que Jack mire a otro lado, pero de una manera tan sutil que sabemos que lo que realmente desea hacer es mirar. Sin decirnos nada, nos ha dicho todo lo que esta a punto de pasar. Rechaza lo fácil, que sería mostrar a un Jack mirando con deseo para genialmente decirnos lo mismo haciendo justo lo contrario. Quizás así también logre una mayor identificación del espectador con los protagonistas (nótese la cercanía del plano).

Y una vez que literalmente explota el amor entre ambos y se separen la historia se narrará a través de miradas soslayadas y ocultadas bajo sus sombreros, de sus recuerdos, de sus deseos… pero también del sufrimiento, de la frustración, del dolor…

Ennis del Mar es el silencio que oculta los sentimientos, un hombre perpetuamente enfadado por amar lo que no es capaz de aceptar, el hombre que no asume sus deseos o que por lo menos no se ve capaz de encontrar la manera de asumirlos y vivirlos, es el hombre que no sabe expresar sus sentimientos, es una isla en medio del mar (eso significa su nombre). Jack Twist es la voluntad de romper ese silencio, la expresividad luchando por abrirse hueco, por acabar con la introversión de Ennis, por llegar a hacer que éste acepte lo que es y se abandone al amor. Y Ennis finalmente lo hará, pero cuando sea demasiado tarde, cuando ante la falta de Jack se duela de aquello que no dejó o se atrevió a que pasara; cuando suspire en voz alta en esa preciosa y emotiva secuencia final.

El otro elemento fundamental de la película es la naturaleza, objeto empleado por el director como símbolo, figura narrativa y expresión de lo que se nos cuenta. Así, la primera parte de la película corresponde al descubrimiento del amor de los protagonistas y se desarrolla entre inmensos parajes naturales en los que ellos son parte indisoluble de ella. El amor surge en medio del paraíso o edén; las enormes, imponentes y nevadas montañas, los valles y laderas magistralmente fotografiados, el agua…elementos inmensamente naturales que parecen dotar de una enorme fuerza telúrica que emana desde el fondo de la tierra a su historia de amor. Para esta parte emplea Ang Lee planos panorámicos, amplios y lejanos que dotan de infinitos espacios alrededor de los personajes como metáfora de libertad en medio de la naturaleza salvaje, lejos de cualquier opresora sociedad.

Sin embargo, en la parte que le sigue, donde su historia de amor ha de ser vivida como algo oculto y al margen de los demás Ang Lee cambia el retrato: planos cortos, cerrados, asfixiantes, en medio de terrenos áridos, secos, molestos. El hueco que en esos momentos tiene su amor no tiene apenas cabida ni en el campo de visión de los planos de la cámara. Apenas hay luz, abundando la artificial en contraste con la natural de las escapadas a la libertad de Brokeback, como tan bien simboliza esa secuencia en el callejón mexicano donde Jack desaparece tras la oscuridad para saciar el prohibido y frustrado deseo que siente. ¿Recuerdan la secuencia final en la que Ennis del Mar suspira de amor aún por Jack a pesar del tiempo pasado tras su desaparición? Tras mirar la camisa de Jack por la que suspira, la cámara posa su atención sobre la foto que a su lado guarda de la montaña donde vivieron en libertad su amor; inmediatamente termina la película con un plano mantenido sobre la ventana de la habitación en la que sólo se vislumbra un terreno exageradamente plano, y seco en contraste con la montaña que acabamos de ver: es la más clara metáfora de que en la vida de Ennis ya solo queda el hueco que Jack ha dejado a su corazón.

Ya he hablado de los dos protagonistas de la película: el silencio y la naturaleza y también del conjunto de miradas, palabras, amor y dolor que dibujan la película. He hablado de algunas metáforas, de sus símbolos y de la genial mirada del director. Faltaría mencionar algún momento sublime digno de citar de la película. Me gustaría resaltar la inteligencia del director: bajo mi punto de vista cuenta una historia completamente transgresora sin formalmente serlo, se sirve de una clásica estructura y estilo formal para tal vez hacernos más fácil la identificación con la historia y personajes y lograr hacernos conmover de verdad. Tan sólo en un par de momentos (como un amigo opina, creo que acertadamente) se sale Ang Lee de este pretendido e intencionado esfuerzo de identificación: cuando el capataz les descubre “jugando” en la montaña evidenciando el paroxismo de la situación a través de sus ojos (o prismáticos) y cuando la mujer de Ennis les descubre besándose frenéticamente hasta casi la exageración haciéndose muy difícil también la identificación. Son los momentos en que Ang Lee nos aleja de los personajes donde tan cercanamente hemos estado durante toda la película para verles a través de los ojos de la sociedad, en un alarde tal vez del director de hacernos ver lo que está logrando que aceptemos y que desde fuera nos resulta tan natural rechazar. Ang Lee además exagera la demostración de pasión entre ambos en esos momentos con esta intencionalidad. Por otro lado creo que Ang Lee también demuestra lo inteligente que es sabiendo que esta hermosa historia de amor no tendría interés alguno ni la mitad de fuerza si no fuese un amor entre dos hombres. Su reto no es emocionarnos ante una historia de amor. Su reto es lograr que de algo que instintivamente rechazáramos acabemos sintiéndolo, viviéndolo, sufriéndolo y finalmente emocionándonos con ello.

Tal vez Brokeback Mountain sea en cierto modo una obra representativa de nuestros tiempos. Tal vez sea claro ejemplo de ello cómo logra que finalmente todos suspiremos de pena con Ennis cuando se abraza a los restos de ese amor perdido en el tiempo…

Andrei. Amadeo. Armand.

::Análisis del vampiro Armand::

Uno de los personajes más complejos de la historia de Anne Rice: Armand, el eterno joven cuyo rostro emula a un ángel de pintura de Boticcelli. Una criatura aparentemente frágil a la que todos quisieran tener (literal), pero al mismo tiempo muy temida, porque detrás de ese físico infantil hay una criatura de casi medio milenio de existencia, el hijo de un vampiro poderoso, jefe de la asamblea de Paris y los Hijos de las Tinieblas. Recuerdo la impresión de Louis al verlo por primera vez en esa calle parisina y lo que paulatinamente provocó en él, a diferencia de Lestat que fue masacrado en Confesiones de un Vampiro. Si, Armand resultó ser alguien fascinante, sabio, maduro, compartido, protector, un maestro perfecto para Louis, alguién que usó todos estos poderes… pero para mal.

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Me cuesta bastante hacer esto, porque Armand es una de mis adoraciones más grandes, pero no puedo ponerlo como santo, cuando sé a la perfección que tiene un oscuro historial. Y no sé, tal vez llegué a los extremos en mi criterio, pero ahora que he releído un poco de su historia me hago esta pregunta: ¿cómo es posible que ame un personaje en la misma proporción en que lo detesto? (perdón a la persona a quien le robé esta frase). Sí, es un tipo que ha tenido grandiosas experiencias, ha estado presente en diversas épocas (¿qué no daría yo por haber presenciado la existencia de Enrique VIII, Lutero, Shakespeare o Descartes?), un joven que tuvo como Maestro a uno de los hombres más excepcionales, racionales, educados, sabios y amables; una criatura que conoció a otros de su especie nacidos en diversas épocas. Parecería que éste sujeto sería excelente alumno, sin embargo no aprendió absolutamente nada. Sí sí sí, los demás amantes de Armand me lloverán con comentarios referente a su madurez, a su conocimiento, a su melancolía y  cuestionamiento sobre la inmortalidad; y es cierto. Esa mezcla de un hombre maduro, poderoso y observador en el cuerpo de un hermoso chico de 17 años nos resulta fascinante (por eso me pregunto y me pregunto ¿quién en su sano juicio metió a Banderas en la película? Que es sexy, pero encarnando a Santino). Pero es desconcertante, ya analizándolo, que alguién así no se preocupe ni tantito por evolucionar. Me parece de esos chicos listos que aprende una lección tal cual está en un texto, y nunca se pregunta ¿Por qué es ésto?, ¿No hay otro método? etc; se quedó con la vieja escuela perfecccionista de Marius, aunada a sus cuadradas creencias cristianas, en las que entra la idea de que los vampiros son obra del mismísimo Satanás y que por ende son sus servidores (¿me puedo reír?). Marius bien se lo dijo a Lestat, las preguntas de los que nacieron bajo el yugo cristiano son compleatamente diferentes a las de los nacidos en una era racional. Pero fuera de las ideas, costumbres o tiempos, Armand podrá ser muy maduro en mil cosas, pero sigue siendo un niño necesitando la compañía de otros, sentirse dominado por una idea o por una persona, continúa dentro de él ese niñito violentamente raptado en los campos Ucranianos y vuelto esclavo al que una buena noche, le llega un héroe anónimo a rescatarlo de un destino incierto y cruel, pero finalmente es esa personita desvalida que halla a su salvador, llámese Marius, Santino, Alessandra, Lestat, Louis o Daniel (Sybelle y Benji ya forman parte de la era racional de Armand así que no cuentan), es alguién que se tiene que aferrar a algo para “sobrevivir”, el cambia… pero de amo (perdón por la crueldad), aunque también el buen Armand la hace de ser dominante, porque oh! es débil pero no tonto. Pareciera es masoquista y al mismo tiempo es un completo sádico. Su relación con Daniel es el mejor ejemplo: Daniel representa la compañía y da todo lo que puede para agradar al periodista, y éste lo puede detestar por esa obsesión, ¿pero quién es el del dinero y el del Don Oscuro que le ofrece seguridad? ¿Qué será más? ¿Sádico o masoquista? Mitad y mitad, opino yo.

Tal como dijo Lestat, es esclavo de sus sentimientos: “Siempre he sido un rebelde. Tú, en cambio, has sido esclavo de todo lo que ha ejercido poder sobre ti”. ¿A cuántas personas no conocemos así? ¿Que por más que se los esté cargando el diablo siguen en la misma situación porque es más cómodo quedarse en donde están? Yo, he de confesarlo sin miedo alguno, llevé mi vida así en una relación, hasta que de manera tajante y de un golpe se derrumbó… ¿y el tiempo perdido? Afortunadamente yo no pasé quinientos años en lo mismo y con eso me doy por bien servida.

Me da la impresión que detrás de ese ser temible se guarda un niño aterrado. El miedo a no tener, a perder, a no estar; y sí, admiro a ese joven que pudo sobrevivir siglos separados de su gran amor, un chico que desde su propio mundo es más cauteloso, observador y astuto, a diferencia de sus compañeros en la asamblea de París y posteriormente en el Theatre Dês Vampires. Sería interesante charlar con alguíen así, escuchar otro punto de vista (como Louis) a esa pregunta eterna: ¿Qué somos y porqué estamos aquí?

No obstante, Armand no aprende, vamos Armand no crece. Su dolor le hace egoísta y posesivo, es irracional, no solo para Lestat, sino para muchos:

”Cuando alguien pone de manifiesto su dolor de forma tan torrencial, uno queda obligado a respetar el conjunto de la tragedia. Uno tiene que intentar compender. Y esa impotencia, esa desesperación, me resulta casi incomprensible. Por eso pienso en Marius. A él lo entiendo. A ti no.”

¿Porqué usar su dolor como estrategia para conseguir amor y no usarlo como experiencia para cambiar? Es vampiro, es un ser egoísta, manipulador, cruel y poderoso, que lo mismo le toma cariño a un humano del que antes era apático, que lo mismo acaba destripando sin piedad a un drogadicto violento.

Armand es la imágen de ese vampiro tan sublime, pura y compleja, con altas y bajas, que lo mismo forma que destruye, alguien que aunque sea a la mala, busca lo que millones de seres humanos buscamos eternamente: El amor, y seguramente su propia inmadurez lo exime de ser un despiadado monstruo. Nadie como Armand, Amadeo, Andrei, es el vivo ejemplo de la pasión e intensidad con la que podemos sentir.

Esa misma pasión que nos lleva a muchos a crear, a existir, a salir adelante. Y me quedo con esa parte de Armand, porque también el ser niño lo lleva a tener ímpetu y curiosidad; si no, vean que después de que Lestat destruyó la asamblea de París y Louis quemó el Theatre Dês Vampires, exploró su entorno. Éste personaje es la perfecta inmadurez y eso lo hace terriblemente irresistible.